27 abril, 2007

Jaime Collyer: “Me di cuenta que podía vivir de la escritura”


De vez en cuando es conservador. A veces, un anarquista por convicción de la boca hacia fuera. Un día lunes amanece con ganas de escribir un cuento. El miércoles quiere transformarlo en novela. Jaime Collyer, uno de los escritores protagonistas del boom editorial que experimentó la narrativa chilena en los años noventa, cuenta cómo llegó a convertirse en escritor. Ganador de un Premio Altazor el año 2004, entre otros, acaba de terminar una novela y desarrolla simultáneamente dos más. Son las técnicas del éxito. Por Carlos Carrasco Bravo.

Este psicólogo de profesión, y escritor por pasión, viaja a Europa todos los años. Es que allá tiene residencia. Es chileno, pero posee corazón español. Collyer vive seis meses acá y seis meses allá. No le gusta Chile, incluso le carga, porque no le gustan los mediocres, y quienes sobresalen, los envidiosos se encargan de enviarlos nuevamente al promedio. Hace un ramo llamado Taller de Introducción a la Narrativa, que dicta en la escuela de Literatura de la Universidad Diego Portales.

Jaime Collyer cree que es un gran escritor. Y fue el destino que juntó su vida con los libros, las letras y la pluma. “Pienso que no lo escogí exactamente, sino que me fue sucediendo a partir de una cierta edad muy temprana, a los doce o trece años. En mi etapa escolar, una profesora de esas que resultan providenciales organizó, en la asignatura de Castellano, un taller literario, donde todos recibíamos un pie forzado y escribíamos nuestros propios cuentos. A contar de entonces, nunca más paré de escribir, quizás porque el resultado fue bueno y la audiencia parecía, ya entonces, muy receptiva a mis empeños”, dice con modestia.

Pero después de egresar del colegio usted entró a estudiar Psicología, e incluso se tituló de psicólogo. ¿Por qué decidió definitivamente no ejercer su carrera?

Nunca me interesó demasiado ninguna otra disciplina que no fuera la escritura. De la psicología deserté porque el modelo de análisis del individuo que ella proponía empezó a resultarme en exceso, normativo y abstracto, incapaz de dar cuenta verdaderamente de los pesares y angustias humanas. Para eso, la literatura me resultó siempre más convincente, aún cuando creo firmemente en la utilidad social de mis ex-colegas que sí ejercieron la psicología.

A base de esfuerzo y tolerancia a la frustración ha logrado grandes reconocimientos en varios países, entre ellos muchos premios. “Haber ganado el Premio Jaula de Cuentos el año 1985 me sirvió para mucho. Fue importante, porque era un galardón de prestigio y porque nos permitió sobrevivir, a mi esposa chilena y a mí, durante casi un año en Madrid. Me brindó, por primera vez, la sensación de que el asunto marchaba, que era posible vivir de la escritura y que había una resonancia mínima con lo que hacía, más allá de las opiniones tan favorables que uno recibe siempre de la esposa o los amigos”.

Varios son los premios que Collyer ha ganado durante su carrera como escritor. Entre ellos destacan el Premio Altazor en 2004, el Premio del Consejo Nacional del Libros y la Lectura, el Premio Municipal de Literatura, los Juegos Literarios Gabriela Mistral 1979, el de la Casa de las Américas, del que fue finalista en 1984 y el Premio de Novela Corta Ciudad de Villena en 1985. Por ahora queda el Premio Nacional de Literatura.

¿Qué prefiere escribir?

El asunto se me da por fases. A veces me embarco en un volumen de cuentos, una fase que puede durar uno o dos años. Luego me saturo del género y empieza a picarme el bichito o la necesidad de volver a la narración de largo aliento. Me gustan por igual ambos géneros, hasta que me cabreo con uno de ellos y me paso al género alternativo.

¿Piensa en escribir un libro este año o tiene otros proyectos?

Acabo de terminar una novela y estoy, de hecho, trabajando en otras dos paralelamente (es una estrategia habitual, manejar varias carpetas a la vez). La primera, una novela de tema histórico-metafísico, la otra, un episodio que tiene a un astrónomo como protagonista, el cual hace un hallazgo impensado en los cielos. También me gusta el teatro y tenemos algún montaje en mente, de una obra que terminé el año pasado, con Claudia Echenique, directora teatral del TEUC con quien solemos trabajar juntos.


¿Algún sueño que le quede por cumplir?

Varios. Un pisito propio en el litoral catalán. Una vida que no me obligue a salir del pisito, con los derechos de autor llegándome a raudales y entrando en mi cuenta. Una mujer brillante con la cual pasear al atardecer por el litoral catalán o el litoral central, me da lo mismo. Y luego pasar las noches con ella.

16 abril, 2007

Opinología

Me dirijo al país para analizar junto con ustedes el fenómeno de la “OPINOLOGÍA”. Qué terrible esta palabra. A nadie le gusta que le digan opinólogo. Prefieren ser comentaristas de farándula, de espectáculo, pero jamás opinólogo, palabra que fue ensuciada hace un par de años por los peladores, cahuineros, hocicones o buenos amigos que empezaron a delatar la vida privada de los famosos. Ejemplos: Pinigel en un asado, la Daniella (pronunciar con doble L) Campos y su nuevo romance o los carretes del Dandy, por decir un par de cosas.

Como que me tinca que fue Zamorano (otra de las suyas) quien provocó el gran cambio en la farándula, que los cahuines fueran más intensos. Recuerdo esa pelea cuando Daniella se agarró a tirones de pelo con Titi Aubert por el amor del actual rostro del Transantiago. Esa noticia duró como un mes y durante todo ese tiempo fue portada en todos lados. En fin, la palabra “OPINOLOGÍA”, que por su sema puede definirse como el estudio de la opinión, no tiene una muy buena recepción a nivel nacional. Un opinólogo podría ser una persona hablando de política, criticando el gobierno, a los empresarios, dando su punto de vista sobre quién será el campeón del fútbol chileno.




Resulta que ahora los opinólogos son exclusivamente de una parte del diario, la sección farándula, espectáculo, tiempo libre, etc. Villegas no es opinólogo ni menos Fernando Paulsen, los seres antifarándula que destrozan al gobierno en críticas, que opinan sobre reformas y sobre todo lo político. Opinólogos son Nelson Mauri, Peluche Dueñas, René Naranjo, Ricarte Soto, etc. En realidad, cualquiera tiene derecho a opinar, pero no sé, nadie tiene derecho a pegar un palo si no hay pruebas que demuestren. Al menos a mi no me gusta que se tire mierda por tirar. Pero tampoco puedo negar que me cago de la risa por esas hueás. Especialmente de la Adriana Barrientos por hueca, tonta o como se le quiera decir. Andrés Baile, te encuentro toda la razón.

Como digo yo, la opinología es la nueva ciencia de los chilenos. Como dijo Francisca Lewin en una revista, opinología es la "ciencia cahuinera". Es muy importante que los chilenos sepamos todo lo que pasa en el ambiente futbolista-modelo, show woman-manager. Así nuestra sociedad progresa y nos acercamos cada vez más al nivel cultural de países como Perú, Bolivia y El Congo.

Opinología me gusta como palabra. Creo que puede estudiarse una opinión a través del análisis y “opinar” es común en todas las personas. Cambiemos la palabra por “cahuinólogos” o “cahuinología”. Difícil, pero es más concreta.


De todos modos, como dice el “refrán”, cualquier trabajo es “digno”.