23 septiembre, 2010

¿De dónde sacamos energía sin termoeléctricas?

La matriz energética de Chile estuvo en la palestra pública a fines de agosto y principios de septiembre. El proyecto de la empresa Suez Energy para la construcción de una central termoeléctrica en las cercanías de Punta de Choros, no sólo provocó rechazo de grupos ambientalistas y comunidades locales, sino que de todo el país. Marchas en Santiago, La Serena y Concepción –organizadas a través de redes sociales como Facebook y Twitter– dieron cuenta que el tema del impacto ambiental sí interesa al ciudadano común y corriente, y que no están dispuestos a permitir que compañías dañen el medioambiente y atenten contra el ecosistema. Sin embargo, los chilenos tenemos una creciente demanda energética y de algún lado tenemos que obtenerla. Y la construcción de centrales termoeléctricas es la opción más viable en estos minutos. Proyecciones indican que si Chile crece en tasas cercanas al 5% para el año 2020 se duplicará la demanda en Chile.

Según cifras de la Comisión Nacional de Energía, la capacidad energética de nuestro país es de 14.869 megawatts (MW). De ese total, el 35% es generado por centrales hidroeléctricas, un 29% por centrales a diesel o a carbón y un 35% por plantas a gas natural. Sólo el 1% corresponde a energía eólica. Una termoeléctrica –por definición- son aquellas centrales que producen energía mediante combustibles fósiles como el carbón, el gas natural y el petróleo, y en Chile más del 60% de la capacidad energética se sustenta en este tipo de construcciones.

Estas cifras demuestran la importancia de la matriz energética para nuestro país. Si diversos grupos ambientalistas, comunidades locales y el público en general rechaza la construcción del proyecto hidroeléctrico Hidroaysén ¿De qué manera podemos conseguir energía a un bajo costo para satisfacer nuestra demanda interna? Actualmente, existen 11 proyectos para construir centrales a carbón en nuestro país que se encuentran en el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental. Uno de ellos es la megaplanta energética Castilla. Esta iniciativa contempla una inversión de US$4.400 millones y una capacidad de 2.100 MW, similar a la producción que ofrece Hidroaysén.

Implementar políticas públicas para el desarrollo de energías renovables no convencionales no es fácil. Algunos justifican que Chile es dueño de la mayor reserva de energía solar en el mundo por la radiación que existe en el Desierto de Atacama . Otros plantean la geotermia como otra alternativa debido al bajo impacto ambiental que producen sus residuos. Sin embargo, realizar estudios para evaluar la implementación de estos sistemas son de largo plazo y su construcción es muy lenta. Expertos estiman que la construcción de una planta de energía solar tardaría entre 20 y 25 años. Otro punto que no deja de ser importante es la inestabilidad con que cuentan las energías no convencionales, situación por la que no podrían sustentar la matriz energética de un país que aumenta su consumo considerablemente año a año.

Es más, el ministro de Energía, Ricardo Raineri, dijo que el tema de la central Barrancones fue una situación excepcional por las condiciones geográficas y los efectos que su construcción podría traer en la biodiversidad de la zona, pero al mismo tiempo señaló que los proyectos que se encuentran bajo evaluación de impacto ambiental serán implementados en la medida que aprueben la normativa vigente.

Es importante diversificar la matriz energética, pero una nación en vías de desarrollo no puede perder la oportunidad para utilizar los recursos naturales con los que cuenta. Las tecnologías minimizan el impacto, y la responsabilidad social con que operan estas empresas son un factor que debe ser considerado por las comunidades y las autoridades chilenas.